Resulta que un día el Tío Chiflete se puso a desarmar el lavarropas, porque le parecía que no lavaba bien la ropa.
Cuando Peta lo vio, en lugar del lavarropa había una montaña de piezas, tornillos, tuercas, alambres y cosas raras.
– ¿Porqué desarmaste ese lavarropa, Tío? – preguntó Peta.
– Porque me pareció que no andaba bien. Esta camiseta me encogió y me salió toda teñida de naranja.
– Pero tío, dijo Peta. Esa es la remera nueva de Francisca, tu camiseta vieja la tiré porque ya eran más agujeros que tela.
– ¿En serio me tiraste mi camiseta?
– Sí, y vos en serio me desarmaste el lavarropa. Va a ser mejor que lo vuelvas a armar enseguida.
Cuando el tío terminó de armarlo, el lavarropa no andaba. ¿Porqué será? – se preguntó.
– ¿Y no será que te faltan todas estas piezas? – dijo Peta mostrándole una caja llena de partecitas de metal y plástico.
– Uy cierto, – dijo el tío. Ya me parecía que me faltaban cosas.
El tío siguió tratando de armar el lavarropa, pero no hubo caso. A la semana siguiente se había juntado una montañ a de ropa sucia, y tuvieron que llamar a alguien que supiera armar lavarropas.
Cuando vino el señor del service, les dijo:
– Para arreglar este lavarropa necesito un metro de cable, catorce tornillos, un repuesto especial, y un kilo de nueces.
Fueron a comprar todo, y después de dos horas el señor terminó de armar el lavarropa y lo hizo andar.
– Muy bien, señor, lo felicito – dijo Peta, y le pagó por su trabajo. Pero lo que no entiendo bien es para que eran las nueces, porque no ví que las haya usado.
– Las nueces son para que cuando su tío tenga ganas de romper y desarmar algo, en lugar del lavarropas se la agarre con las nueces, señora. Total, a esas no hay que volverlas a armar.
El tío se enojó un poco, pero Peta prometió que si pelaba unas cuantas nueces, hacía una rica torta. Y así lo convenció.