Resulta que había una Blancanieves que trabajaba haciendo las tareas domésticas en el castillo de una Reina Mala. La reina un día le dijo:
– Blancanieves, andá a comprar salchichas.
– Pero Reina, es muy temprano y los negocios deben estar cerrados.
– ¡No importa! Yo quiero que vayas a comprar salchichas – insistió la Reina.
Entonces Blancanieves salió del castillo y fue a buscar una fiambrería, o un almacén, o un supermercado. Pero estaban todos cerrados, y Blancanieves decidió caminar un poco por el barrio en busca de algún lugar abierto.
Caminó y caminó, hasta que llegó a un Jardín de Infantes. Era el jardín de los 7 Nenitos: Cusifucio, Martina, Berberecho, Plomín, Nahuel, Teresa y Jazmín. Cuando Blancanieves golpeó la puerta, la atendió Plomín.
– ¿Tienen salchichas? – dijo ella.
– Pero no, como vamos a tener salchichas, esto es un jardín de infantes, no un almacén.
– Lo que pasa es que la Reina se va a enojar si no le llevo las salchichas.
Plomín le consultó a los demás nenes y a la maestra, y finalmente la dejaron pasar. Se fijaron en la heladera, y sólo había media salchicha.
– ¿Y ahora que hago? – preguntó Blancanieves.- La Reina se va a enojar y me va a echar del castillo.
– Si querés podés quedarte acá, y trabajar como ayudante de maestra jardinera – le ofreció la maestra.
– ¿Y si viene la reina a buscarme?
– Nosotros le vamos a decir que no te moleste – dijeron los 7 nenitos.
Al rato se oyeron golpes en la puerta.
– ¿Está Blancanieves? – gritó la reina. Los chicos se miraron asustados. Hasta que Martina dijo:
– Qué la atienda Plomín.
– ¿Porqué Plomín? – preguntó Cusifucio.
– Yo sé porqué. Dale, Plomín, atendé a la Sra. Reina.
– Siempre quise conocer a una Reina – dijo Plomín muy contento, mientras se subía a un banquito para mirar por la mirilla de la puerta.
– ¿Vos sos la reina? – preguntó.
– Sí.
– ¿La reina que se peina?
– Sí, claro que me peino.
– ¿La Reina que se peina con un cepillo?
– Si, me peino con un peine o con un cepillo, con que querés que me peine.
– Así que es la reina que se peina con un cepillo. ¿Y vivís en un castillo?
– Sí, claro, para eso soy reina, para vivir en un castillo.
– Qué bárbaro, una reina que se peina con un cepillo en un castillo. ¿Y usás corona?
– Claro, todas las reinas usan corona.
– Qué lindo, una reina que se peina con un cepillo en un castillo y usa corona. Pero decime, la corona, ¿no es de broma?
– No, no es de broma, es de en serio.
– Así que sos la reina que se peina, con un cepillo en un castillo, y usa corona que no es de broma.
– Si, ya te dije, ahora llamála a Blancanieves.
– La traigo a Blancanieves, pero no te la lleves.
– Eso lo veremos. Llamá a Blancanieves por favor. – dijo la reina.
– Ahora la llamo. ¿Y que le digo?
– Que la vino a buscar la reina.
– ¿La reina que se peina…?
– Sí.
– ¿La reina que se peina con un cepillo?
– Sí.
– ¿La reina que se peina con un cepillo en un castillo?
– ¡Basta! – dijo la reina tirándose de los pelos. ¡Me tenés podrida! ¡Recontrapodrida! ¡Traigan a Blancanieves que me quiero ir a mi casa!
Entonces Martina le dijo a la reina:
– A Blancanieves no se la damos, pero si quiere tenemos media salchicha.
La reina, que ya estaba cansada de esperar, decidió agarrar la media salchicha y volverse sola a su castillo. Y nunca más volvió a buscar a Blancanieves.