RESULTA QUE un día el Tío Chiflete encontró tres gatitos en un baldío. Eran muy lindos, todos grises con manchitas blancas, y muy mimosos. El Tío los levantó, se los puso en los bolsillos del saco y se los llevó a la casa.
Cuando llegó, Francisca y Laura se pusieron muy contentas con los gatitos, y estuvieron toda la tarde ayudando a cuidarlos y jugando con ellos. Pero los gatitos hicieron mucho lío: la rasguñaron a Laura, se treparon a los muebles y los estantes, hicieron pis y caca por todos lados, volcaron la leche sobre la alfombra y clavaron las uñas en los sillones. Peta se enojó mucho.
Entonces decidieron regalarlos. El Tío se paró en la puerta y los ofreció a los que pasaban, pero ninguno se interesó.
– ¿Qué puedo hacer con estos lindos gatos? – le preguntó a Doña Peta.
– Podés hacer carteles y ponerlos por todo el barrio, para que todos se enteren.
– Pero es mucho trabajo hacer tantos carteles – dijo el Tío.
– No, hacé uno y después encargás 10 o 20 fotocopias.
– Muy buena idea – dijo el Tío, y se fue corriendo a hacer las copias.
Cuando llegó al negocio pensó:
– Mejor hago 50 carteles, para estar seguro de que la gente los vea.
Cuando los tuvo listos, los repartió por los negocios del barrio y los pegó en los árboles. El carnicero y el verdulero se ofrecieron a hacer más copias y ponerlas por sus barrios.
Al día siguiente vino una señora que había visto un cartel.
– ¡Qué lindos gatos! – dijo la señora. – Le voy a regalar uno a cada uno de mis sobrinos – Y se los llevó.
Al rato empezó a llamar y venir más gente que quería los gatos.
– Ya los regalé – decía el Tío.
– Ya vino una señora y se los llevó – repetía el Tío.
– Ya me quedé sin gatitos – decía.
– ¡Basta! ¡Me están volviendo loco con tantos llamados! – dijo por fin.
– ¿Cómo puedo hacer para que me dejen de llamar todas esas personas? – le preguntó a Doña Peta.
– Podés poner otro cartel que diga: «No tengo gatitos – Tío Chiflete».
– Muy buena idea – dijo el Tío y se fue corriendo a hacer 187 carteles y colocarlos por el barrio.
Al día siguiente dejaron de llamar personas pidiendo gatitos. Pero empezaron a llamar personas ofreciendo gatitos.
– ¿Así que no tiene gatitos, Señor Tío Chiflete? Yo le regalo dos – dijo el primero que llamó.
– ¿Quiere unos gatitos ? Yo le regalo tres – dijo otro señor.
– Y yo cuatro – dijo otro.
Para la tarde, el Tío tenía doce gatitos en su casa, haciendo mucho más lío que antes, tomándose un montón de leche y rasguñando todos los muebles y toda la ropa.
– Ya sé lo que voy a hacer – dijo el Tío. – Voy a poner 435 carteles que digan «Regalo gatitos».
– ¡No! – dijo Peta – Van a venir un montón de personas para buscar gatitos, y después vas a tener que poner más carteles para que dejen de venir. Basta de carteles, si nó este asunto no se termina más. Mejor llevá los gatos a la veterinaria.
En la veterinaria se pusieron contentos de recibirlos, y el Tío Chiflete se pudo dedicar a arreglar todos los líos que habían hecho.