Resulta que Pifucio, su mamá y Plomín fueron a visitar el Castillo de los Monstruos. La mamá les explicó que era un lugar en un Shopping donde se pagaba una entrada y unos actores disfrazados asustaban a los visitantes. Pero Pifucio le contó a Plomín que era de verdad muy misterioso y aterrador.
Cuando llegaron a la ventanilla donde se sacaban entradas, Pifucio gritó:
– Ay que monstruo más feo, me dá mucho susto! Socorro!
La mamá le explicó que el vendedor no estaba disfrazado y no era actor, tan solo que no era demasiado lindo.
Pifucio empezó a mandarse la parte diciendo que él era muy valiente, y que los monstruos no lo asustaban, y que si el monstruo quería lo podía tratar de asustar pero que no iba a poder, y otras cosas parecidas.
La mamá le tuvo que volver a explicar que el vendedor de entradas no tenía nada que ver con lo que había dentro del Castillo.
Cuando entraron, un actor disfrazado de Drácula les dio la bienvenida.
– Ud. es un monstruo de verdad » En serio toma sangre » Estudió en algún lado para recibirse de monstruo·» Monstruea de noche solamente o de día también) – empezó a preguntar Plomín.
Dracula les contestó:
– No hagan tantas preguntas , que no podemos pasar a la habitación del próximo monstruo. Y los hizo pasar a donde esperaba Frankestein.
Pifucio le dijo a Frankestein:
– Sabe que al lado hay un tipo disfrazado de Dracula que no asusta nada ?
Y Plomín agregó:
– Y encima es un ignorante, porque le pregunté varias cosas que un buen montruo debe saber y no me contestó?
– Ud. es mejor monstruo que Dracula, Francisquestein?
– Me llamo Frankestein – corrigió el monstruo.
– A mi me gusta más Francisquestein porque tengo un amigo que se llama Francisco y es muy grandote y tiene voz gruesa, y tiene una cicatriz en el cuello. Flor de cicatriz, se la hizo jugando al fútbol. Quiere que le cuente?
– Nooo! – gritó Frankestein. Váyanse de acá! Pasen a la próxima sala, que encontrarán al Hombre Lobo.
Pasaron una puerta ruidosa y húmeda y los recibió un actor con máscara y traje peludos.
– Mucho gusto, hombre Bobo. – dijo Plomín.
– No me cambies el nombre, chiquilín, o te corro por todo el Castillo.- gruñó el Hombre Lobo.
– No lo asuste a Plomín, Don Lobo, que es muy peligroso cuando se enoja. Y le hace unas preguntas que Ud. no se imagina.
– Qué preguntas? – dijo el Hombre Lobo.
– Ud. se afeita todos los días? Porqué no se afeita? Cuando mi papá no se afeita los domingos mi mamá lo reta. Y le va a buscar la máquina de afeitar y se la dá. Y le pone espuma de afeitar en la cara cuando él está distraído. Aunque a Ud. para ponerle espuma en todo el cuerpo hay que pasarse dos horas. Y a la peluquería, va? Cuanto le cobran? A mí me cobran más caro porque soy muy plomo, sabía?
– No sabía, pero me imagino – dijo el Hombre Lobo. La puerta es por acá. Por favor, salgan del Castillo!
Pifucio, Plomín y la mamá salieron del Castillo. La mamá estaba enojada y se fue a quejar al boletero.
– Sr. boletero, como es que todo el grupo sigue recorriendo el Castillo y a nosotros nos echaron antes que termine el espectáculo?
– No se enoje, Sra., si quiere les doy entradas gratis para otro día.
Entonces se asomaron Drácula, Frankestein y el Hombre Lobo y le gritaron al boletero:
– No , por favor, no , no les dé más entradas a esos chicos, son terribles!
Y la mamá les dijo a los niños:
– La próxima vez, mejor que los Monstruos paguen la entrada y que Uds. los asusten.