RESULTA QUE Pifucio le dio a la madre un papel que le había dado la maestra del jardín.
– A ver que es este papel… – dijo la mamá. – Hmmm, parece una receta de una torta.
– Sí, y quiero que me la cocines ahora – dijo Pifucio.
La receta empezaba diciendo:
«Para hacer una rica torta se pone una cacerola de agua con un kilo de azúcar, dos panes de manteca y un frasco de miel.
Se la mira fijo durante un minuto, y se le canta un arrorró para que se asiente.
Se la pone un rato en la heladera, un rato en el horno, un rato en la sartén, un rato en la oscuridad y un rato en el fresco»
– Pero que receta más rara – dijo la mamá con cara de preocupada, mientras iba preparando la torta.

– ¡Quiero comer mi torta! – le pidió Pifucio.
– Esta bien, te la voy a hacer. – lo tranquilizó la mamá. – Esperá que sigo leyendo:
– «Se lleva la torta a dar una vuelta manzana, en un cochecito de bebé». ¿Pero cómo puede ser?
– ¡Quiero que me hagas mi torta!
– Está bien – dijo la mamá, y llevó a la torta a dar una vuelta manzana en el cochecito que había sido de Pifucio cuando era bebé.
En la esquina el almacenero le preguntó qué estaba haciendo, y la mamá tuvo que darle toda la explicación. A la vuelta el carnicero le preguntó porqué llevaba a pasear una torta, y la mamá le explicó que así decía en la receta. También los vecinos, el portero y un señor que llevaba a pasear a un perro le preguntaron que hacía, y ella les tuvo que contestar a todos. Al final volvió a la casa, y siguió leyendo la receta y haciendo:
«Si uno quiere le puede agregar tornillos, arena, pedacitos de papel y corchos de vino».
– Esto si que no – dijo la mamá enojada. – Esta receta de torta no sirve para nada.
– Dále, seguí que falta poquito – le dijo Pifucio.
La receta terminaba diciendo: «Se le agrega sacarina y margarina, pollo y repollo. Se harina y se aroma, se coce y se cocina, se fríe y se enfría, se hierve y se sirve».
La mamá terminó de hacer la torta, y la sirvió en la mesa. Quedó un mazacote negro todo chato, quemado por dentro y crudo por fuera.
Pifucio probó un pedazo y le gustó mucho. La mamá probó una miguita y no le gustó nada.
– Me salió un espanto de torta. – dijo la mamá enojada. – Lo que pasa es que esta receta es un disparate. ¿Estás seguro que te la dio tu maestra?.
– Yo no dije que la maestra me dio la receta, mamá.
– Como que no?
– Yo te dije que la maestra me había dado este papelito. – dijo Pifucio -.
– Claro, con una receta.
– No, me lo dió en blanco, para que yo dibujara algo.
– Y entonces, quien escribió la receta? – preguntó la mamá.
– Un chico de la primaria que es amigo mío y medio loquito.
– Con razón, ya me parecía que la receta era un disparate… – dijo la mamá.- Te voy a envolver esta torta para que se la lleves a tu amigo y se la coman entre los dos.